Ayer -parece que dijera hace un siglo- cuando escribía, lo hacía con ansiedad y amor, sin detenerme a contemplar las frases, sin tomar una pausa para corregir los errores de la emoción, por exaltar el motivo de mi confesión al hombre, al milagroso y amado hermano del raudo estar en el angustiado sentir. Hoy, un paréntesis triste me empaña el sueño y una temblorosa alegría me eriza las lágrimas; ¿la causa...? no la sé... tal vez mañana, en la ilusión vaga de las horas, en la silenciosa oración de las sombras, algo me inicie dentro del ensueño y descubra, con el temor de las ansiedades desconocidas, el estremecimiento que me hizo detener en la amargura.
Quise cantar al ORINOCO, a la ciudad galante y distinguida, adorada y señorial, a la tierra que me regaló hijos, fantasías, melancolías, amor y deslumbrada fe, para los nocturnos de mi vida... traté de ser artífice, geógrafo, prosista, descriptivo, realista; pero... son cosas ordinarias que envejecen en las librerías y que alguien narra en cada espacio, con un martirio matemático insoportable... por ello, ANGOSTURA, CIUDAD BOLIVAR, madre y descanso, herida y enfermera de mis mejores años, novia virgen que me pariste ángeles para un arco iris inolvidable, quiero ofrecerte mis sencillas rosas, para que en la augusta belleza de tus relieves, permanezcan tímidas de rocío, en el humilde anhelo de mis serenos versos: El sueño: era la madrugada de los primeros trinos, el pájaro del indio prendido en el silencio y una mirada tersa del pescador divino, presintiendo la tierra rendida en el esfuerzo...
A ti, mi tierra amada, hoy dirijo mis vivencias, dormidas en el quehacer ignoto de la inconsecuencia, para demostrar a la generación que nos alcanza, la realidad y belleza de mi tierra hermosa...
Ciudad Bolívar, es la capital del Estado Bolívar y está situada en la margen derecha del Río Orinoco, rodeada de algunas pequeñas alturas rocosas, conocidas por los nombres de El Zamuro, La Esperanza, La Colina, El Chivo, etc., siendo su superficie aproximada de 238.000 kilómetros cuadrados y el Distrito Heres, -donde se asienta la ciudad,- llega a 63.280 kilómetros cuadrados, esto, sin contar el vertiginoso desarrollo urbano, por su crecimiento habitacional. Mi bella ciudad fue fundada por Don Antonio de Berrío el 21 de diciembre de 1595; fue mudada en tres ocasiones y luego de ese penoso transitar, en el lugar más estrecho del río, Don Joaquín Sabás Moreno de Mendoza fundó la ciudad que más tarde se llamaría Ciudad Bolívar, denominándola ANGOSTURA, por recomendación de su Majestad, el Rey Carlos III, en Real Cédula expedida en Aranjuez, el 5 de junio de 1762, deseo que fue cumplido el año 1764, manteniendo su nombre privilegiado hasta el 31 de mayo de 1846, cuando el Congreso de la República, por petición de un grupo de ciudadanos angostureños, le bautizó con el nombre actual de Ciudad Bolívar, en honor y homenaje al Padre de la Patria, Simón Bolívar, quien fuera ratificado como Libertador, en el Congreso de Angostura. El nombre completo de mi hermosa ciudad fue Santo Tomé de la Guayana de la Angostura del Orinoco.
Guayana posee innumerables riquezas y bellezas naturales, entre éstas podemos destacar la inmensidad incomparable de su Río Orinoco, bien llamado el Padre de los Ríos, considerado uno de los más grandes del mundo y al contemplarlo, se admira todo un poema pleno de majestad y de grandeza..
Ciudad Bolívar, tierra de hombres ilustres, conserva, al lado de la arquitectura moderna, el sabor y los rasgos ancestrales de la Colonia, que junto a sus leyendas, teje una telaraña de misterio que rodea la ciudad, que hoy en día se viste de gala, -con sus mejores galas-, para recibir la visita de miles de personas que vienen a extasiarse con la belleza de este noble y hermoso pueblo y río y, comprobar, de manera fehaciente, la empatía y el calor humano de sus gentes, que desbordan alegría y cautivan a los visitantes por su sencillez y espontaneidad. Mi ciudad es un emporio de riqueza y cultura y está preñada de una historia que como pocas, aprisiona al lector y le deja un hálito de sabiduría y de recuerdo imperecedero de todo lo que ésta tierra bendecida por Dios, le ofrece...
Es hora de pensar en algunos prohombres que en años pretéritos, supieron darle lustre al gentilicio guayanés con diversidad de actividades: poetas, músicos, científicos, literatos, pintores, escultores, artistas plásticos, educadores, etc., por ejemplo: Dr. José Manuel Agosto-Méndez, médico y poeta, supo escribir las más brillantes páginas de amor orinoquense; autor de la letra del Himno del Estado y quien fuera acompañado en este caso, por la música del insigne Manuel Lara Colmenares, para resaltar la magnificencia y el heroísmo de nuestro terruño; don José Ramón del Valle Laveaux, upatense de nacimiento, quien con inmenso cariño, se enseñoreaba de ilusión al contemplar la accidentada epidermis de la Laja de La Zapoara de nuestro piso angostureño; Don Félix Mejías, gran músico, considerado como el Padre Espiritual-Musical de todos los que creemos y amamos la música y quien con la mágica esencia de su pentagrama notable, le cantó con el alma a la mujer guayanesa; uno de sus temas famoso por su belleza y complejidad se manifiesta en su Vals Rayo de Luz; Lope Celestino García, cuya piel obscura se hacía brillante para dar paso al poeta visionario y bohemio, infinidad de poemas suyos que firmados como inéditos, le han dado la vuelta al mundo; Jorge Suegart, desde las páginas del diario El Luchador, trabajó durante su vida, por la unificación de los guayaneses; Don Enrique Hernández, Juez de larga trayectoria y dilatada condición humana; el gran Fixi Miranda, músico y poeta, maestro de generaciones; Alarico Gómez, el poeta que al empezar a dialogar con la auroral fantasía de su estro, desapareció de nuestro medio, dejando tras de sí, una imborrable huella; Ernesto Sifontes, el biógrafo por excelencia del Orinoco, estaría hoy día, pensando en escribir sus aprensiones ante la posibilidad de una riada orinoquense, que pudiera dar al traste, con la grandiosa obra de ingeniería que representa nuestro puente; Don Alejandro Vargas, el muy querido negro Alejandro Vargas, el cantor nativo, creador de su espectacular Casta Paloma, considerada como el segundo Himno de nuestro suelo guayanés; Luís García-Pastrano, periodista y poeta de altura, famosos sus versos Canto en Negro; Llanto de Roca; Tengo las Manos Muertas, El Sueño de Bolívar; Canto Primero al Campo Solitario; etc.; Luís Vicente Chaparro Bayola, -Luisino para mi,- el nunca bien ponderado ductor idiomático de multitudes, con su sencillez y don de gentes, supo ganarse la confianza y el cariño de cuantos le conocemos y quien me inculcó los principios fundamentales de la espiritualidad y justicia, los cuales he tratado de seguir en mi tránsito terrenal; y el que además, con sus pretéritas pero actualizadas cuartillas ¨¿A dónde vamos...?¨ puso corolario a mis inquietudes y necesidad de comunicarme a través de las Letras con mi entorno, y dicho lo dicho, pido a Dios que le colme de bendiciones, al lado de su querida familia, entre los cuales recuerdo con especial deferencia a Pedrito, a Francisco, a quien cariñosamente le conocimos como Pancho y a Miguelina… Imborrable recuerdo a María Antonia, quien con su chispa vibrante, su cariño y su infatigable constancia para realizar su labor cotidiana, enseñaba y aconsejaba a toda aquella pléyade, que día a día, le visitaba para saborear sus deliciosas empanadas. No puedo olvidar a mis hermanos Carmen Julia, con su fiera belleza e innegable talento; Teresa, bonita, sensible, trabajadora y muy honesta y a un ser pequeñito, robusto, blanquito pero con grandes ojos negros que miraban con asombro todo lo que acontecía a su alrededor, a sabiendas que cuando creciera, se convertiría en un gran hombre, leal, trabajador, de pensamientos verticales y gran corazón para albergar los sentimientos más puros de gran esposo y padre ejemplar… mi hermanito Diógenes Bautista!
Se enseñorea en mis recuerdos y a tiempo presente fluye a borbotones, la presencia de una personita noble, honesta, sencilla, amorosa, sabia dentro de su inocencia, bondadosa, muy trabajadora, colaboradora en todo, presta a ayudar a quien le necesitara, una mujer bella, con grandes ojos verdiazules, a la cual muchos le llamaban catira y, por su extraordinario y justo temperamento, se ganó el apelativo de Generala, me refiero por supuesto a la gran dama guayanesa, doña Carmen Dolores, ausente prematuramente, quien desde el cielo nos bendice a todos, esa señora… era mi madre.
Un recuerdo muy especial a mi amigo del alma el catire Piñero, lamentablemente fallecido en un fatal accidente, a muy temprana edad.
El gran Jesús Soto, gloria de nuestra patria en el mundo entero; Telmo Almada, Nicanor Santamaría. El Negro Albornóz, Rubén Olmos, Alberto Cudemus, José Luís Aristeguieta, Ramón Antonio Aular, Juan Gambús, Ciro Medina, Ricardo Archila, Aquiles Granadillo, Benito Alegría Aristeguieta, Saturnino Pardo, Rafael Valladares, José Manuel (Quírico) Díaz, José Antonio Puppio, la gran Lucila Palacios, Ramón Antonio Pérez, Manuel Yánez, Héctor Villalobos, Juan Bautista Dalla-Costa, Antonio Lauro,-maestro musical de generaciones-, Leoncio Martínez,- periodista y poeta de incalculable espectro-, Ramón Lizardi, el ícono actual de nuestro pentagrama musical: la famosa Serenata Guayanesa, y tantos otros que se nos escapan de la memoria, pero que un día cualquiera les cupo la gloria de servirle a la vieja Angostura, a la Ciudad Bolívar que hoy ostenta orgullosa, a la par que su Paseo Colón, totalmente remozado, su puente colgante de extraordinarias proporciones, considerado como el primero en su tipo en América y el noveno en el mundo, intacto a pesar del tiempo transcurrido desde su inauguración.
Por mil cosas bellas mi tierra es apreciada y querida en el mundo, tenemos por ejemplo a Jesús Soto y su maravilloso Museo; a su Amargo de Angostura, conocido allende los mares como Angostura Aromatic Bitters, elaborado a base de quinina, raíces de genciana, hierbas aromáticas y colorante, inventado por el Médico alemán don Johann Gottlieb Siegert bebida infaltable e imprescindible como acompañante de bebidas alcohólicas en toda clase de celebraciones, en el mundo entero.
Ciudad Bolívar es también famosa por su arte culinario, entre otras cosas, allí se puede degustar infinidad de preparaciones a base de pescado, por ejemplo, el Blanco-Pobre, el Dorado, el Coporo, el Boca Chico, la Palometa, el Caparo, el Morocoto, el Lau-lau, el Rayao,
El Pavón, la Curbinata, la famosísima Zapoara, cantada y versificada por poetas y trovadores; así como también el Pelao Guayanés, a base de pollo, el Cuajao de Morrocoy, el Carapacho de Tortuga, el Palo-a-pique y una variedad insospechada de sabores que honran y engrandecen la gastronomía típica guayanesa; igualmente posee mi hermoso terruño una gama incalculable en cuanto a vegetales y frutas que sólo se localizan allí; de nuestro recuerdo brotan los nombres del tamarindo coolíe, las fresas, las moras, la pendanga, el merecure, el merey, la sarrapia, las grosellas, el mamón, las ciruelas, el tamarindo común, los nísperos, la patilla parcha, el cubarro, los hicacos, -famosos por su dulzura-, la cereza gobernadora, los diferentes tipos de mangos, dulces y deliciosos como son los de besitos, los de bocado, los injertos con sabor a piña, a lechoza, a cambur, representadas en enormes mangas, muy solicitadas por su excelente sabor y delicado perfume, en fin, son muchos los frutos que en este momento huyen de mis recuerdos…
En otro orden de ideas, debo hacer hincapié en mostrar al mundo lector de mis tímidas narraciones, los puntos turísticos que ofrece mi ciudad, para halagar a los visitantes que de todas partes del mundo, llegan para disfrutar y saborear las delicias de mi ciudad y de todo el Estado Bolívar, aquí cabe mencionar al Puente Angostura, ubicado en la parte más angosta del Río Orinoco; el Mirador Angostura, construido sobre las bases de un antiguo fuerte colonial llamado el Fortín de San Migual, desde allí se observa la majestuosidad de nuestro río, al centro de él, se puede ver la impresionante Piedra del Medio, llamada el Orinocómetro bautizada así por Alexander von Humbolt, porque actúa como medidor para conocer la altura de las crecidas del río; en tiempo lluvioso, casi se cubre y en tiempo de sequía, llega a alcanzar hasta 20 metros de altura; igualmente desde ese Mirador y durante el mes de agosto, se contempla la llegada de la Zapoara, con su maravilloso manto multicolor de escamas y sus aletas rojas, dan un perfecto complemento a la celebración de la Feria de la pesca de la Zapoara.
El Museo de Ciudad Bolívar, sitio obligado por los visitantes para conocer parte de nuestra historia; la Plaza Bolívar, bella en su extensión y testigo mudo de la ejecución de uno de mis favoritos en la historia como fue Manuel Carlos Piar, acusado y sentenciado vilmente de conspirador, insubordinado, desertor y sedicioso; la Catedral; la Casa de los Gobernadores de la Colonia; la Casa de la Cultura; el Palacio de Gobierno; el Palacio de Angostura; la Casa de la Prisión del General Piar, -aún se conserva la habitación donde estaba recluido, mientras esperaba el infausto juicio-; el Museo de Arte Moderno Jesús Soto; el Museo Geológico y Minero de Guayana, organizado por los estudiantes de la Escuela de Minas de la Universidad de Oriente y en el cual se puede conocer la historia de las minas de Venezuela, como son las de hierro del cerro Bolívar y del Pao y también la de oro de El Callao, igualmente se ilustra sobre las técnicas usadas en la minería de diamantes, así como también, exhibiciones de Geología Histórica, Paleontología y Mineralogía y Petrología; el Museo de San Isidro; la Casa de las Doce Ventanas; la Cárcel Vieja; la Fortaleza del Zamuro, ubicada en la Plaza Miranda. Esta Fortaleza fue construida en 1902 en lo más alto de un cerro y desde donde resonaban los doce cañonazos que anunciaban la llegada del nuevo año. Para llegar a este fortín, se encamina por la Avenida de Los Héroes, llamada así por catorce héroes cuyos bustos en bronce y esculpidos por Arturo Rus Aguilera, bordean la entrada, para visitar este maravilloso Fortín.
En el Paseo Orinoco, lugar donde se ubica el Museo de Ciudad Bolívar, se elaboraba El Correo del Orinoco, Órgano Oficial del Congreso de Angostura; en esa casa colonial se instala el primer taller tipográfico-imprenta, encargado por Bolívar, traído desde Jamaica y Trinidad en la goleta María y llega a la ciudad de Angostura entre el 1ro. Y 4 de octubre de 1817, siendo su primer Director el inglés Andrés Roderick.
Mi Ciudad Bolívar, mi lar bendito, con estas rosas ofrecidas, quiero rendir un cálido pero sentido tributo a la hermosa y bravía tierra que me vió nacer. En una rosa, vá mi eterno amor y respeto hacia ti y, en la otra, los imborrables e imperecederos recuerdos de todo aquello que arropa mi capa de viajero: sus costumbres, sus aromas, sus sabores, la sencillez, la franca camaradería y la simpatía innata de sus gentes que signan en el alma y en el sentimiento, la fuerza necesaria para transitar los destinos, con fé, esperanza y caridad.
Yayitta Rainiero
Caracas, 21 de junio de 2006.