URBANIZACION EL MARQUES Yayitta Rainiero ..... Caracas, 21 de junio del 2008
Escribir acerca de la historia de la Urbanización El Marqués, en la ciudad de la Gran Caracas, no es tarea fácil, aunque si muy apasionante por la diversidad y belleza de su entorno. Hoy, nos basaremos solamente en recuerdos, toda vez que ha sido difícil encontrar archivos que nos sirvan de apoyo en esta investigación. Dicho lo dicho, nos remontaremos a la historia que da origen al territorio que hoy ocupa la urbanización antes mencionada.
En el comienzo de los tiempos, estas tierras eran asentamientos indígenas, muy fértiles, preñadas de grandes cañaverales, café, maíz y cacao; estaban habitados por los indios caribes Mariches y gobernados por el grande y valiente Cacique Tamanaco, quien a la llegada de los colonizadores españoles, les opone una dura lucha en contra de los invasores, pero la violenta incursión de éstos, acompañados de sus huestes maléficas, logran vencer la hidalguía de Tamanaco, quien al final es derrotado.
Son hermosas las leyendas de estos aborígenes que daban su vida por defender sus derechos, tal es el caso que refiero a continuación y que pudiera servir de ejemplo y respeto hacia nuestros antecesores: CACIQUE SOROCAIMA, aguerrido ser humano, de extraordinaria belleza y valentía, siendo la mano derecha del Cacique Guaicaipuro, quien a la muerte de éste, queda como jefe guerrero al mando del Cacique Conopaima y conjuntamente con el Cacique Terepaima, en el año de 1570, combatió ante Garcí González de Silva contra la recién fundada Santiago de León de Caracas; este realista lo apresa en el año de 1572, usándolo como carnada para vencer a sus enemigos, haciendo correr la voz de que si no se rendían, el Cacique Sorocaima perdería su mano derecha; en ese momento el valiente Cacique le ordena de su gente : “ataquen con fuerza mis valientes…” y luego sin vacilar, extiende su mano derecha para que se la amputen, lo cual es llevado a cabo por los secuaces de Garcí González de Silva. El Cacique Sorocaima, en un gesto de valor, pundonor y de grandeza - propios de su raza - tomó con su mano izquierda la mano derecha amputada y la blandió mostrándosela a su pueblo en señal de triunfo y cuando avanzaba hacia ellos, recibió un disparo a traición por la espalda, por parte de un soldado del ejército realista, que le segó la vida.
Una vez que los conquistadores españoles logran apoderarse de este hermoso territorio, comienza un proceso de reparto de tierras e indios, así como la organización de los espacios geográficos, creándose entonces el pueblo de indios. Esta fértil y vasta tierra, rodeada de numerosas quebradas de aguas limpias y ríos como el Río Caurimare y el Río Guaire, determinan la aparición de numerosas y grandes haciendas de caña de azúcar, y otras menores como las haciendas de café y cacao.
Así se llega al 17 de febrero de 1621, cuando don Pedro Gutiérrez de Lugo, y el Padre Gabriel Mendoza fundan el pueblo de Petare (voz que significa en lengua india “de cara al río”, o sea, pet: cara, are: río), siendo bautizado con el nombre de “El Dulce Nombre de Jesús”. Tomando en cuenta la bondad de este territorio, la llegada de muchas familias que venían a poblacionar los espacios geográficos ofrecidos, maravillados ante la magnificencia de estos parajes y cautivados por su excelente clima, teniendo como fondo al espectacular Cerro Wuaraira-Repano, ampliamente conocido como el Cerro El Ávila, nombre con el cual definitivamente se le denomina, en honor al Alférez Mayor de Campo Don Gabriel de Ávila, oriundo de España, debido a su hazaña de remontar el cerro y ubicar allí sus tierras, allá por el año de 1575; este cerro con sus cambiantes y espectaculares tonos verdiazules y las posibilidades de desarrollar sus destinos de supervivencia en estas tierras de labranza, impulsaron a estas familias a fundar los asentamientos de inmensas haciendas tanto de caña de azúcar como de café y cacao, entre ellas podemos mencionar: Karimao, Los Marrones, La Bolea, La Urbina, Los Ruices. Gueregüere, Boleíta, Los Dos Caminos, El Marqués, Pedregal, Los Chorros, Sebucán, Los Palos Grandes, además de las plantaciones que para ese entonces existían como las emplazadas a lo largo de la serranía de Mariches.
Fueron muchas y muy queridas las familias que vinieron allende los mares a habitar nuestro territorio; en esas haciendas se cultivó toda clase de vegetales y frutos, además y en poca proporción, también se animó la ganadería.
Recordamos algunos apellidos de esas familias que decidieron sentar sus plantas en nuestros suelos y adoptarlo como su segunda patria: entre ellos podemos mencionar la estirpe de algunos de ellos como por ejemplo: los Urbina, los Poleo, los Egaña, los Infante, los Monegui, los Páez, los Ibarra, los Ladrón de Guevara, los Suárez, los Bolet Peraza, los Arrechedera, los Vargas, los González, los Galea, el Conde Mestiate, (no logramos conocer la descendencia ni su identidad real) pero en nuestro extraordinario cerro El Avila, existe un recuerdo muy grato en honor a este personaje, por haber habitado entre nosotros y colaborado en su crecimiento agropecuario; este recuerdo se visualiza cuando se inicia el ascenso en calidad de paseo para aspirar y disfrutar de ese clima maravilloso que nos regala la naturaleza y que subiendo por La Julia, -entrada que sale desde Las Terrazas del Ávila en El Marques y, antes de llegar a uno de los bellos parajes favorecidos por los visitantes, como lo es la ruta hacia El Anfiteatro-, a mano derecha desemboca otro camino que lleva hasta la otrora hacienda del Conde Mestiate, hoy en día en ruinas pero con una quebrada de aguas limpias que nunca se ha secado y que permanece incólume a través de los tiempos como un homenaje a su querido propietario.
En fin, muchísimos hijos provenientes de las Islas Canarias, valiosos canarios agricultores, vinieron a estas tierras a engrandecer nuestro terruño con sus conocimientos sobre las siembras y sus beneficios.
Estas plantaciones eran pobladas por las diferentes etnias indígenas, las cuales poseían grandes sembradíos de yuca, ocumo, plátanos, granos, café, cacao y muchos frutos, organizados en conucos que pertenecían a cada grupo étnico, los cuales defendían, habida cuenta de que era su diario sustento, con todas las armas posibles a su alcance.
Se dio mucho apoyo al ramo agrícola, especialmente al café, producto de altísima calidad y el cual entre los años 1870 y 1880, se desarrolló de tal forma, que hubo necesidad de asentar nuevos fundos, para satisfacer tanto al mercado interno como al externo. Entre los diversos productos que emergían con fuerza de nuestros suelos estaba la famosa papa de Petare, el maíz y la caña de azúcar, de la cual se extraía en gran cantidad el excelente aguardiente, invitado especial de fiestas y parrandas en casi todo el territorio venezolano, así como también el sabroso papelón.
Pero una cosa curiosa era la cría de las abejas europeas introducidas al país por el Dr. Fernando Bolet, nativo de Petare, cuya miel y cera se consideraban productos que le proporcionaban al país un crecimiento inmenso de extraordinaria calidad y que tanto beneficio le aporta a la humanidad.
Es inevitable volver la vista a la población de Petare, toda vez que siendo la capital de este municipio, nos llama poderosamente la atención que entre los diferentes poblados que integran su territorio, están como por ejemplo: La Dolorita, Las Filas de Mariche, José Félix Rivas, Guaicoco, La Bombilla, Caucagüita y muchos más y entre la élite de las urbanizaciones, nos encontramos con Palo Verde, Urbanización Miranda, Sebucán, La California, La Urbina, Los Chorros etc., más en ninguna parte, aparece la urbanización El Marqués.
Se dice que los nombres a estas urbanizaciones y barriadas, se deben a hechos acaecidos en el lugar, al nombre o apellido de algún integrante de la población; en el caso de la Urbanización El Marqués se supone que en épocas pretéritas, hacia finales del siglo XVII, uno de los ciudadanos que poblaron esta zona, - el cual merece un especial recuerdo.- era el Maestre de Campo Don Francisco de Aranaz Berroterán y Gainza, Vizconde del Valle de Santiago y Marqués del Valle de Santiago, Caballero de la Orden de Santiago, Gobernador y Capitán General de Venezuela en dos ocasiones, nacido en Irún, Guipúzcoa, España, el año de 1661, hijo único de Don Miguel Diego de Berroterán y Tovar y Ana Juana de Tovar y Galindo; se casó en Caracas con Doña Luisa Catalina de Tovar y Mijares de Solórzano, venezolana nativa de Turmero, Estado Aragua, el 23 de diciembre de 1700.
El Marqués, dueño y señor de los terrenos donde hoy se levanta la urbanización, ubicada al noreste del Valle de Caracas falleció en esta ciudad el año de 1713. Era dueño de la Quebrada La Vega, ubicada en las faldas del Avila, diagonal a la zona de El Marqués y debido a que estas tierras le pertenecían, es de suponer que en honor a él, se debe el nombre de la urbanización que hoy nos ocupa.
Para recordar su paso por nuestras tierras y dejando volar un poco la imaginación, vale decir que nuestro personaje gobernó a Venezuela por vez primera, entre 1693 y 1699 y la segunda entre 1704 y 1706. Otro de los habitantes de la época fue el señor Diego José Muñoz, dueño de la hacienda El Helechal, lindante con la hacienda La Vega, la cual igualmente desapareció debido al veloz crecimiento de las poblaciones.desapareciEl Helechal.
A mediados del siglo XIX, estas haciendas y sembradíos fueron desapareciendo para dar paso al auge vertiginoso de la explosión demográfica, convirtiendo estas fértiles tierras en urbanizaciones, barrios populares e industrias. Comienza entonces la era modernista, con grandes edificaciones, avenidas, calles, servicios de alumbrado eléctrico, agua potable, vías de comunicación, transporte y muchos otros beneficios para la comodidad de nuestros habitantes. Sin embargo y a pesar del ritmo acelerado de modernización que ha convertido aquellos parajes de ensueño, en poblados y urbanizaciones impersonales, áridas algunas de ellas, desposeídas de sentimientos, pues en el mismo contexto de su acelerado crecimiento, también se han multiplicado los problemas tanto de vialidad como de corrupción y delincuencia.
En este sentido, cabe acotar que en la Urbanización en la cual hoy nos paseamos, podemos percibir que aún se respira la sencillez, carisma y riqueza humana de sus habitantes, a pesar de los males que inevitablemente y por inercia nos rodean, encontramos detalles que nos obligan a que permanezca intacto el sentimiento amoroso que sentimos por nuestra urbanización: tal es el caso de la nomenclatura vial de sus calles, en ella vemos y sentimos el recuerdo sagrado hacia nuestros ancestros, los aborígenes, los cuales con arrojo y valentía, muchos de ellos dieron sus vidas en aras de nuestra libertad, una libertad que hoy por hoy, pretenden arrebatarnos por la codicia y la insensibilidad de aquéllos, que por su falta de humanidad, arremeten contra los principios fundamentales del ser humano, como son nuestros derechos.
Como un recuerdo imborrable hacia aquellos que un día dieron sus vidas por nosotros, en la Urbanización El Marqués, todas sus calles están marcadas con el nombre de esos Caciques que una vez habitaron nuestro entorno como son: Paisana, Yaracuy, Terepaima. Guaicaipuro, Chacao, Cayaurima, Pariata, Murachí, Yuruari, Paramacay, Araure, Maracay, Cuyuní y muchos más…
Con mucho respeto mencionamos al gran Cacique Sorocaima, cuyo nombre identificaba la calle principal de la Urbanización, hasta que fue cambiado para honrar también al Padre Manuel Domingo Sol, quien fuera fundador de la Congregación Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Manuel Domingo de Sol nació el primero de abril de 1836 y beatificado por Juan Pablo II en el mes de marzo de 1987, con el título de .Santo Apóstol de las Vocaciones Sacerdotales y ordenado Sacerdote el 2 de junio de 1860. Fue magnífica la labor por él ejercida, en colaboración con los vecinos y la ayuda y sacrificio invalorable del Padre Hermógenes Castaño, mano derecha del Padre Cesáreo Gil Atrio, quien fuera el primer Párroco, cuando se fundó la Parroquia. Este querido padre, llamado cariñosamente el Cura Gil, nació en Orense, España, el 14 de mayo de 1922, quien además tenía una familia altamente religiosa pues sus tres hermanos varones eran sacerdotes y dos hermanas hembras fueron monjas, fue un sacerdote ejemplar y muy amigo de todos, creador de los Cursillos de Cristiandad, tan importante para la formación tanto personal como espiritual de nuestros vecinos.
En el año de 1963, cuando se inició la construcción de la casa de habitación de la familia Carrasquel (hago un alto para agradecer a la señora Isabel V. de Carrasquel, por su valiosa información y recuerdos de nuestra pretérita vida), en la calle Sorocaima, hoy Mosensol, las casas escaseaban en contra de muchos terrenos baldíos. Esta casa fue habitada por sus propietarios el 25 de abril de 1964; para ese entonces el edificio de la Iglesia estaba terminado y el pintor César Oñativia realizaba el mural que representa la Venida del Espíritu Santo; la primera persona conocida que recibió y dio la bienvenida y amistad a esta querida familia, fue el Padre Cesáreo Gil. Pasado algún tiempo, se dice que este pintor y su esposa realizaron la estatua de Mosensol que está en la plaza y la de la Santísima Virgen en una barca que permanece sobre la puerta central de la iglesia, en su parte exterior. Se inauguró la iglesia, pero no podía realizarse en ella los actos de bautizo, matrimonio y confirmaciones porque no tenía calidad de Parroquia, y debido a la lentitud para hacer las solicitudes correspondientes en ese sentido, el nombre de Parroquia del Espíritu Santo, se lo concedieron a otra Parroquia, quedando la nuestra con el nombre de “MARIA MADRE DE LA IGLESIA”, cuyo emblema reposa sobre la puerta principal de entrada a la iglesia.
Una vez conformada nuestra Parroquia, se nombró al primer Párroco, cuya responsabilidad recayó en el Padre Cesáreo Gil Atrio, sacerdote de gran carisma, con una gran vocación de servicio, hombre ejemplar, trabajador y amigo de todos. Igualmente se nombró la primera Junta Parroquial, la cual fue integrada por todos los vecinos colaboradores con esa Junta y de los cuales debemos mencionar a Leandro Marques y Ana de Marques, Enrique Yánez y Consuelo de Yánez, Rafael Rivero e Isabel de Rivero, Celestino Carrasquel e Isabel de Carrasquel y muchos más que se alejan de nuestra mente, pero que su recuerdo permanece en nuestros corazones; todos trabajaban con ahínco y mucho tesón y fe, habida cuenta de que los recursos eran exiguos, el grupo de colaboradores se hacia cada vez mayor y se luchaba por solucionar los problemas, que cada día crecían mas y mas, pero que la receptividad existente entre los vecinos, ayudaba a la solución de aquellos problemas.
Para cuando la familia Carrasquero se mudó a su recién estrenada vivienda, la Calle Sorocaima, era absolutamente solitaria y muy obscura, solo se iluminaba por sectores, cuando se construía alguna casa; pero el miedo no existía, pues había total ausencia de delincuencia y se podían realizar largos paseos atravesando toda la desierta y floreciente urbanización; imperaba la amistad sincera entre los pocos vecinos que por aquella época, formaba un núcleo familiar muy difícil de romper.
Otro recuerdo que debemos mencionar, nos lo remite la amiga Elizabel Segovia, ella dice: “cuando se comenzó a construir la vivienda, en la calle Terepaima, allá por el año 1960 - la cual aún la habitamos mis familiares y yo-, sólo existían tres casas: la familia Graud, la familia Lobito y la familia Marquez, ubicadas en la calle Sorocaima, hoy Mosensol; nuestros vecinos eran nada menos que las familias que vivían en el barrio Campo Rico, gente que para ese entonces eran gente sana, pero claro con alguna u otra raya, puesto que un desadaptado de ese grupo, asaltó nuestra casa a los escasos quince días de estar viviendo allí…”
Mil gracias a Elizabel Segovia por su importante colaboración.
Cabe destacar que en las zonas que les menciono en esta pequeña y a la vez gran historia, (y aún sin tener relación directa con nuestra urbanización) figuraba que entre la California Norte y Sur, justo donde actualmente existe el Unicentro El Marqués, eran espacios ocupados por una manga de coleo, carreras de carritos y MotoCross, en cuyos terrenos había grandes plantaciones de bambú y por lo tanto, casi no existían los habitantes, habida cuenta de la inmensidad de las lagunas que cubrían ese terreno, el cual fue rellenado poco a poco, lográndose luego la construcción de la Avenida Sanz y la consecuente construcción de viviendas. Entre estas edificaciones se encuentra el Colegio San Agustín, las oficinas de Cadafe, el Parque Sanz y el Instituto Venezolano de Ciencias, entre otros.
Sin embargo en esa época nuestro territorio, con sus zonas vírgenes, poco pobladas, poseía un clima envidiable de frío con neblina, sereno, con un silencio solo interrumpido por los ruidos de los animales salvajes como los cunaguaros, rabipelaos, zorros, zorrillos, conejos o el canto melodioso de las aves como guacharacas, loros, pericos, azulejos, arrendajos y todo tipo de pájaros que aún y a pesar de la contaminación, nos siguen visitando así como también, el sibilante arrastrar de las serpientes mapanares, corales o cascabeles.
Hoy, la Urbanización El Marqués, dividida en Marqués Norte y Marqués Sur, muestra un rostro interesante en cuanto a condiciones físicas y una nomenclatura vial muy importante; sus calles están invadidas por hermosas construcciones, casas bellísimas con formas y figuras propias de la inventiva de sus creadores, las cuales presentan rostros limpios, con jardines impecables, orgullo de sus propietarios, los cuales cuidan con esmero. Son notables sus edificaciones: muchos de ellos muestran el ingenio de sus constructores, quienes procuran que sus diseños arquitectónicos sean los más modernos, de acuerdo a la época existente. La urbanización cuenta con dos parques de recreación como son el Parque La Aguada y el Parque Sanz, en los cuales además de servir de paseo y visita obligada de las personas que los utilizan para sus ejercicios, también se imparten clases de música, de teatro, de manualidades, de bailoterapia, etc., así como para las celebraciones de cumpleaños y reuniones de la comunidad.
Hay que pasear la mirada sobre las instituciones que nos rodean como por ejemplo: el Teatro Cadafe; el Instituto Venezolano de Audición y el Lenguaje (IVAL) el CEM (Centro de Estudios Mosen Sol) Seminario para la formación de jóvenes con vocación sacerdotal, el Instituto Venezolano Para el Desarrollo Integral del Niño (INVEDIN), la parroquia “María Madre de la Iglesia”, ubicada en la calle Mosensol y la Iglesia San Judas Eudes, ubicada en la solitaria calle Atures; colegios como el Colegio San Agustín, Colegio María Santísima, Colegio del Divino Pastor, Colegio Manuel Muñoz Tebar, Colegio de Optometristas de Venezuela, Instituto de Formación Magaly Burgos, Colegio Bolívar y Garibaldi, amén de diversos centros privados de formación infantil, como son las guarderías muy importantes para el cuido de niños pequeños, las cuales actúan como base de desarrollo para su integración básica.
A través de los tiempos, hemos compartido nuestra cotidianidad, con valiosos hombres y mujeres, excelentes valores tanto políticos como artísticos, hemos disfrutado del arte de pintores, escultores, orfebres, artesanos, ingenieros, arquitectos, odontólogos, médicos, profesionales de las diversas ramas tecnológicas y científicas, empresarios, publicistas, docentes, periodistas, actores, cómicos, actrices, cantantes, modelos, y músicos. Algunos de ellos lamentablemente han desaparecido y otros más han volado hacia otras tierras en busca de mejores oportunidades para desarrollar sus condiciones artísticas. Son muchos y plenos de grandeza nuestros artistas y no los mencionaremos por temor a pecar de injustos u olvidadizos, más sin embargo, no podemos renunciar a recordar con ternura a dos personajes muy queridos como fueron Yanis Chimaras, actor de aquilatada trayectoria y a un músico que aunque nació en República Dominicana, era venezolano y caraqueño por vocación y amor por nuestra Patria, como lo fue José María Frómeta, el popular y muy querido Maestro Billo, de grata recordación para los que tuvimos oportunidad de conocerle y disfrutar de su talento. Vaya un cordial saludo a su hijo Amable y demás familiares, en especial a mi amiga y vecina: Morella.
Para concluir con estos someros recuerdos, y como corolario a este pequeño trabajo, dejo a la consideración de todos aquellos lectores que tenga a bien disfrutar con esta historia, - a sabiendas que aún queda mucho por decir acerca de la Urbanización El Marqués - una interesante foto, enviada por la señora Magali Molina de Trías, como una colaboración de su parte, (la cual agradezco de manera muy especial) y se trata de la imagen representada por una especie de monolito, ubicada en mitad de la calle Paisana. Este monolito, pirámide, o hito, es un rasgo geológico formado naturalmente por la erosión de las piedras o en otros casos como este que hoy nos ocupa, realizado y erigido por el ser humano, en un vaciado de concreto, el cual determina los linderos que separan la Urbanización La Urbina, con la Urbanización El Marqués.
Cabe acotar que el monolito antes descrito y que motivó la realización de esta historia construida con mucho amor, servirá de conocimiento a propios y extraños en cuanto a lo que representa, así como a las generaciones venideras, quienes al paso inclemente de los años observarán con curiosidad este bello monumento, que los orgullosos vecinos de la Urbanización lo han querido perpetuar como un legítimo, cálido y señero legado para la posteridad, igualmente también se tendrá conocimiento del motivo por lo que está enclavado en la calle Paisana: Deslindar límites entre una y otra urbanización.
Este hermoso monumento es el Emblema del Consejo Comunal El Marqués Sur y recibe el sugestivo nombre de TEPUCHAMOY, tomado de la conjunción de los nombres de las calles que nos circundan, como un homenaje póstumo a nuestros indígenas, a saber: Terepaima, Paisana, Chacao, Yaracuy, Cayaurima, Murachí y Pariata.
Este reconocimiento fue considerado así, de acuerdo con una decisión tomada por la Primera Asamblea para la Elección de las Comisiones Electoral y Promotora de la Urbanización, realizada en Septiembre del año 2007.
Con todo mi cariño…
Yayitta Rainiero
Yayitta55@hotmail.com
N/R. Lamentablemente no se copió la foto...
Escribir acerca de la historia de la Urbanización El Marqués, en la ciudad de la Gran Caracas, no es tarea fácil, aunque si muy apasionante por la diversidad y belleza de su entorno. Hoy, nos basaremos solamente en recuerdos, toda vez que ha sido difícil encontrar archivos que nos sirvan de apoyo en esta investigación. Dicho lo dicho, nos remontaremos a la historia que da origen al territorio que hoy ocupa la urbanización antes mencionada.
En el comienzo de los tiempos, estas tierras eran asentamientos indígenas, muy fértiles, preñadas de grandes cañaverales, café, maíz y cacao; estaban habitados por los indios caribes Mariches y gobernados por el grande y valiente Cacique Tamanaco, quien a la llegada de los colonizadores españoles, les opone una dura lucha en contra de los invasores, pero la violenta incursión de éstos, acompañados de sus huestes maléficas, logran vencer la hidalguía de Tamanaco, quien al final es derrotado.
Son hermosas las leyendas de estos aborígenes que daban su vida por defender sus derechos, tal es el caso que refiero a continuación y que pudiera servir de ejemplo y respeto hacia nuestros antecesores: CACIQUE SOROCAIMA, aguerrido ser humano, de extraordinaria belleza y valentía, siendo la mano derecha del Cacique Guaicaipuro, quien a la muerte de éste, queda como jefe guerrero al mando del Cacique Conopaima y conjuntamente con el Cacique Terepaima, en el año de 1570, combatió ante Garcí González de Silva contra la recién fundada Santiago de León de Caracas; este realista lo apresa en el año de 1572, usándolo como carnada para vencer a sus enemigos, haciendo correr la voz de que si no se rendían, el Cacique Sorocaima perdería su mano derecha; en ese momento el valiente Cacique le ordena de su gente : “ataquen con fuerza mis valientes…” y luego sin vacilar, extiende su mano derecha para que se la amputen, lo cual es llevado a cabo por los secuaces de Garcí González de Silva. El Cacique Sorocaima, en un gesto de valor, pundonor y de grandeza - propios de su raza - tomó con su mano izquierda la mano derecha amputada y la blandió mostrándosela a su pueblo en señal de triunfo y cuando avanzaba hacia ellos, recibió un disparo a traición por la espalda, por parte de un soldado del ejército realista, que le segó la vida.
Una vez que los conquistadores españoles logran apoderarse de este hermoso territorio, comienza un proceso de reparto de tierras e indios, así como la organización de los espacios geográficos, creándose entonces el pueblo de indios. Esta fértil y vasta tierra, rodeada de numerosas quebradas de aguas limpias y ríos como el Río Caurimare y el Río Guaire, determinan la aparición de numerosas y grandes haciendas de caña de azúcar, y otras menores como las haciendas de café y cacao.
Así se llega al 17 de febrero de 1621, cuando don Pedro Gutiérrez de Lugo, y el Padre Gabriel Mendoza fundan el pueblo de Petare (voz que significa en lengua india “de cara al río”, o sea, pet: cara, are: río), siendo bautizado con el nombre de “El Dulce Nombre de Jesús”. Tomando en cuenta la bondad de este territorio, la llegada de muchas familias que venían a poblacionar los espacios geográficos ofrecidos, maravillados ante la magnificencia de estos parajes y cautivados por su excelente clima, teniendo como fondo al espectacular Cerro Wuaraira-Repano, ampliamente conocido como el Cerro El Ávila, nombre con el cual definitivamente se le denomina, en honor al Alférez Mayor de Campo Don Gabriel de Ávila, oriundo de España, debido a su hazaña de remontar el cerro y ubicar allí sus tierras, allá por el año de 1575; este cerro con sus cambiantes y espectaculares tonos verdiazules y las posibilidades de desarrollar sus destinos de supervivencia en estas tierras de labranza, impulsaron a estas familias a fundar los asentamientos de inmensas haciendas tanto de caña de azúcar como de café y cacao, entre ellas podemos mencionar: Karimao, Los Marrones, La Bolea, La Urbina, Los Ruices. Gueregüere, Boleíta, Los Dos Caminos, El Marqués, Pedregal, Los Chorros, Sebucán, Los Palos Grandes, además de las plantaciones que para ese entonces existían como las emplazadas a lo largo de la serranía de Mariches.
Fueron muchas y muy queridas las familias que vinieron allende los mares a habitar nuestro territorio; en esas haciendas se cultivó toda clase de vegetales y frutos, además y en poca proporción, también se animó la ganadería.
Recordamos algunos apellidos de esas familias que decidieron sentar sus plantas en nuestros suelos y adoptarlo como su segunda patria: entre ellos podemos mencionar la estirpe de algunos de ellos como por ejemplo: los Urbina, los Poleo, los Egaña, los Infante, los Monegui, los Páez, los Ibarra, los Ladrón de Guevara, los Suárez, los Bolet Peraza, los Arrechedera, los Vargas, los González, los Galea, el Conde Mestiate, (no logramos conocer la descendencia ni su identidad real) pero en nuestro extraordinario cerro El Avila, existe un recuerdo muy grato en honor a este personaje, por haber habitado entre nosotros y colaborado en su crecimiento agropecuario; este recuerdo se visualiza cuando se inicia el ascenso en calidad de paseo para aspirar y disfrutar de ese clima maravilloso que nos regala la naturaleza y que subiendo por La Julia, -entrada que sale desde Las Terrazas del Ávila en El Marques y, antes de llegar a uno de los bellos parajes favorecidos por los visitantes, como lo es la ruta hacia El Anfiteatro-, a mano derecha desemboca otro camino que lleva hasta la otrora hacienda del Conde Mestiate, hoy en día en ruinas pero con una quebrada de aguas limpias que nunca se ha secado y que permanece incólume a través de los tiempos como un homenaje a su querido propietario.
En fin, muchísimos hijos provenientes de las Islas Canarias, valiosos canarios agricultores, vinieron a estas tierras a engrandecer nuestro terruño con sus conocimientos sobre las siembras y sus beneficios.
Estas plantaciones eran pobladas por las diferentes etnias indígenas, las cuales poseían grandes sembradíos de yuca, ocumo, plátanos, granos, café, cacao y muchos frutos, organizados en conucos que pertenecían a cada grupo étnico, los cuales defendían, habida cuenta de que era su diario sustento, con todas las armas posibles a su alcance.
Se dio mucho apoyo al ramo agrícola, especialmente al café, producto de altísima calidad y el cual entre los años 1870 y 1880, se desarrolló de tal forma, que hubo necesidad de asentar nuevos fundos, para satisfacer tanto al mercado interno como al externo. Entre los diversos productos que emergían con fuerza de nuestros suelos estaba la famosa papa de Petare, el maíz y la caña de azúcar, de la cual se extraía en gran cantidad el excelente aguardiente, invitado especial de fiestas y parrandas en casi todo el territorio venezolano, así como también el sabroso papelón.
Pero una cosa curiosa era la cría de las abejas europeas introducidas al país por el Dr. Fernando Bolet, nativo de Petare, cuya miel y cera se consideraban productos que le proporcionaban al país un crecimiento inmenso de extraordinaria calidad y que tanto beneficio le aporta a la humanidad.
Es inevitable volver la vista a la población de Petare, toda vez que siendo la capital de este municipio, nos llama poderosamente la atención que entre los diferentes poblados que integran su territorio, están como por ejemplo: La Dolorita, Las Filas de Mariche, José Félix Rivas, Guaicoco, La Bombilla, Caucagüita y muchos más y entre la élite de las urbanizaciones, nos encontramos con Palo Verde, Urbanización Miranda, Sebucán, La California, La Urbina, Los Chorros etc., más en ninguna parte, aparece la urbanización El Marqués.
Se dice que los nombres a estas urbanizaciones y barriadas, se deben a hechos acaecidos en el lugar, al nombre o apellido de algún integrante de la población; en el caso de la Urbanización El Marqués se supone que en épocas pretéritas, hacia finales del siglo XVII, uno de los ciudadanos que poblaron esta zona, - el cual merece un especial recuerdo.- era el Maestre de Campo Don Francisco de Aranaz Berroterán y Gainza, Vizconde del Valle de Santiago y Marqués del Valle de Santiago, Caballero de la Orden de Santiago, Gobernador y Capitán General de Venezuela en dos ocasiones, nacido en Irún, Guipúzcoa, España, el año de 1661, hijo único de Don Miguel Diego de Berroterán y Tovar y Ana Juana de Tovar y Galindo; se casó en Caracas con Doña Luisa Catalina de Tovar y Mijares de Solórzano, venezolana nativa de Turmero, Estado Aragua, el 23 de diciembre de 1700.
El Marqués, dueño y señor de los terrenos donde hoy se levanta la urbanización, ubicada al noreste del Valle de Caracas falleció en esta ciudad el año de 1713. Era dueño de la Quebrada La Vega, ubicada en las faldas del Avila, diagonal a la zona de El Marqués y debido a que estas tierras le pertenecían, es de suponer que en honor a él, se debe el nombre de la urbanización que hoy nos ocupa.
Para recordar su paso por nuestras tierras y dejando volar un poco la imaginación, vale decir que nuestro personaje gobernó a Venezuela por vez primera, entre 1693 y 1699 y la segunda entre 1704 y 1706. Otro de los habitantes de la época fue el señor Diego José Muñoz, dueño de la hacienda El Helechal, lindante con la hacienda La Vega, la cual igualmente desapareció debido al veloz crecimiento de las poblaciones.desapareciEl Helechal.
A mediados del siglo XIX, estas haciendas y sembradíos fueron desapareciendo para dar paso al auge vertiginoso de la explosión demográfica, convirtiendo estas fértiles tierras en urbanizaciones, barrios populares e industrias. Comienza entonces la era modernista, con grandes edificaciones, avenidas, calles, servicios de alumbrado eléctrico, agua potable, vías de comunicación, transporte y muchos otros beneficios para la comodidad de nuestros habitantes. Sin embargo y a pesar del ritmo acelerado de modernización que ha convertido aquellos parajes de ensueño, en poblados y urbanizaciones impersonales, áridas algunas de ellas, desposeídas de sentimientos, pues en el mismo contexto de su acelerado crecimiento, también se han multiplicado los problemas tanto de vialidad como de corrupción y delincuencia.
En este sentido, cabe acotar que en la Urbanización en la cual hoy nos paseamos, podemos percibir que aún se respira la sencillez, carisma y riqueza humana de sus habitantes, a pesar de los males que inevitablemente y por inercia nos rodean, encontramos detalles que nos obligan a que permanezca intacto el sentimiento amoroso que sentimos por nuestra urbanización: tal es el caso de la nomenclatura vial de sus calles, en ella vemos y sentimos el recuerdo sagrado hacia nuestros ancestros, los aborígenes, los cuales con arrojo y valentía, muchos de ellos dieron sus vidas en aras de nuestra libertad, una libertad que hoy por hoy, pretenden arrebatarnos por la codicia y la insensibilidad de aquéllos, que por su falta de humanidad, arremeten contra los principios fundamentales del ser humano, como son nuestros derechos.
Como un recuerdo imborrable hacia aquellos que un día dieron sus vidas por nosotros, en la Urbanización El Marqués, todas sus calles están marcadas con el nombre de esos Caciques que una vez habitaron nuestro entorno como son: Paisana, Yaracuy, Terepaima. Guaicaipuro, Chacao, Cayaurima, Pariata, Murachí, Yuruari, Paramacay, Araure, Maracay, Cuyuní y muchos más…
Con mucho respeto mencionamos al gran Cacique Sorocaima, cuyo nombre identificaba la calle principal de la Urbanización, hasta que fue cambiado para honrar también al Padre Manuel Domingo Sol, quien fuera fundador de la Congregación Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Manuel Domingo de Sol nació el primero de abril de 1836 y beatificado por Juan Pablo II en el mes de marzo de 1987, con el título de .Santo Apóstol de las Vocaciones Sacerdotales y ordenado Sacerdote el 2 de junio de 1860. Fue magnífica la labor por él ejercida, en colaboración con los vecinos y la ayuda y sacrificio invalorable del Padre Hermógenes Castaño, mano derecha del Padre Cesáreo Gil Atrio, quien fuera el primer Párroco, cuando se fundó la Parroquia. Este querido padre, llamado cariñosamente el Cura Gil, nació en Orense, España, el 14 de mayo de 1922, quien además tenía una familia altamente religiosa pues sus tres hermanos varones eran sacerdotes y dos hermanas hembras fueron monjas, fue un sacerdote ejemplar y muy amigo de todos, creador de los Cursillos de Cristiandad, tan importante para la formación tanto personal como espiritual de nuestros vecinos.
En el año de 1963, cuando se inició la construcción de la casa de habitación de la familia Carrasquel (hago un alto para agradecer a la señora Isabel V. de Carrasquel, por su valiosa información y recuerdos de nuestra pretérita vida), en la calle Sorocaima, hoy Mosensol, las casas escaseaban en contra de muchos terrenos baldíos. Esta casa fue habitada por sus propietarios el 25 de abril de 1964; para ese entonces el edificio de la Iglesia estaba terminado y el pintor César Oñativia realizaba el mural que representa la Venida del Espíritu Santo; la primera persona conocida que recibió y dio la bienvenida y amistad a esta querida familia, fue el Padre Cesáreo Gil. Pasado algún tiempo, se dice que este pintor y su esposa realizaron la estatua de Mosensol que está en la plaza y la de la Santísima Virgen en una barca que permanece sobre la puerta central de la iglesia, en su parte exterior. Se inauguró la iglesia, pero no podía realizarse en ella los actos de bautizo, matrimonio y confirmaciones porque no tenía calidad de Parroquia, y debido a la lentitud para hacer las solicitudes correspondientes en ese sentido, el nombre de Parroquia del Espíritu Santo, se lo concedieron a otra Parroquia, quedando la nuestra con el nombre de “MARIA MADRE DE LA IGLESIA”, cuyo emblema reposa sobre la puerta principal de entrada a la iglesia.
Una vez conformada nuestra Parroquia, se nombró al primer Párroco, cuya responsabilidad recayó en el Padre Cesáreo Gil Atrio, sacerdote de gran carisma, con una gran vocación de servicio, hombre ejemplar, trabajador y amigo de todos. Igualmente se nombró la primera Junta Parroquial, la cual fue integrada por todos los vecinos colaboradores con esa Junta y de los cuales debemos mencionar a Leandro Marques y Ana de Marques, Enrique Yánez y Consuelo de Yánez, Rafael Rivero e Isabel de Rivero, Celestino Carrasquel e Isabel de Carrasquel y muchos más que se alejan de nuestra mente, pero que su recuerdo permanece en nuestros corazones; todos trabajaban con ahínco y mucho tesón y fe, habida cuenta de que los recursos eran exiguos, el grupo de colaboradores se hacia cada vez mayor y se luchaba por solucionar los problemas, que cada día crecían mas y mas, pero que la receptividad existente entre los vecinos, ayudaba a la solución de aquellos problemas.
Para cuando la familia Carrasquero se mudó a su recién estrenada vivienda, la Calle Sorocaima, era absolutamente solitaria y muy obscura, solo se iluminaba por sectores, cuando se construía alguna casa; pero el miedo no existía, pues había total ausencia de delincuencia y se podían realizar largos paseos atravesando toda la desierta y floreciente urbanización; imperaba la amistad sincera entre los pocos vecinos que por aquella época, formaba un núcleo familiar muy difícil de romper.
Otro recuerdo que debemos mencionar, nos lo remite la amiga Elizabel Segovia, ella dice: “cuando se comenzó a construir la vivienda, en la calle Terepaima, allá por el año 1960 - la cual aún la habitamos mis familiares y yo-, sólo existían tres casas: la familia Graud, la familia Lobito y la familia Marquez, ubicadas en la calle Sorocaima, hoy Mosensol; nuestros vecinos eran nada menos que las familias que vivían en el barrio Campo Rico, gente que para ese entonces eran gente sana, pero claro con alguna u otra raya, puesto que un desadaptado de ese grupo, asaltó nuestra casa a los escasos quince días de estar viviendo allí…”
Mil gracias a Elizabel Segovia por su importante colaboración.
Cabe destacar que en las zonas que les menciono en esta pequeña y a la vez gran historia, (y aún sin tener relación directa con nuestra urbanización) figuraba que entre la California Norte y Sur, justo donde actualmente existe el Unicentro El Marqués, eran espacios ocupados por una manga de coleo, carreras de carritos y MotoCross, en cuyos terrenos había grandes plantaciones de bambú y por lo tanto, casi no existían los habitantes, habida cuenta de la inmensidad de las lagunas que cubrían ese terreno, el cual fue rellenado poco a poco, lográndose luego la construcción de la Avenida Sanz y la consecuente construcción de viviendas. Entre estas edificaciones se encuentra el Colegio San Agustín, las oficinas de Cadafe, el Parque Sanz y el Instituto Venezolano de Ciencias, entre otros.
Sin embargo en esa época nuestro territorio, con sus zonas vírgenes, poco pobladas, poseía un clima envidiable de frío con neblina, sereno, con un silencio solo interrumpido por los ruidos de los animales salvajes como los cunaguaros, rabipelaos, zorros, zorrillos, conejos o el canto melodioso de las aves como guacharacas, loros, pericos, azulejos, arrendajos y todo tipo de pájaros que aún y a pesar de la contaminación, nos siguen visitando así como también, el sibilante arrastrar de las serpientes mapanares, corales o cascabeles.
Hoy, la Urbanización El Marqués, dividida en Marqués Norte y Marqués Sur, muestra un rostro interesante en cuanto a condiciones físicas y una nomenclatura vial muy importante; sus calles están invadidas por hermosas construcciones, casas bellísimas con formas y figuras propias de la inventiva de sus creadores, las cuales presentan rostros limpios, con jardines impecables, orgullo de sus propietarios, los cuales cuidan con esmero. Son notables sus edificaciones: muchos de ellos muestran el ingenio de sus constructores, quienes procuran que sus diseños arquitectónicos sean los más modernos, de acuerdo a la época existente. La urbanización cuenta con dos parques de recreación como son el Parque La Aguada y el Parque Sanz, en los cuales además de servir de paseo y visita obligada de las personas que los utilizan para sus ejercicios, también se imparten clases de música, de teatro, de manualidades, de bailoterapia, etc., así como para las celebraciones de cumpleaños y reuniones de la comunidad.
Hay que pasear la mirada sobre las instituciones que nos rodean como por ejemplo: el Teatro Cadafe; el Instituto Venezolano de Audición y el Lenguaje (IVAL) el CEM (Centro de Estudios Mosen Sol) Seminario para la formación de jóvenes con vocación sacerdotal, el Instituto Venezolano Para el Desarrollo Integral del Niño (INVEDIN), la parroquia “María Madre de la Iglesia”, ubicada en la calle Mosensol y la Iglesia San Judas Eudes, ubicada en la solitaria calle Atures; colegios como el Colegio San Agustín, Colegio María Santísima, Colegio del Divino Pastor, Colegio Manuel Muñoz Tebar, Colegio de Optometristas de Venezuela, Instituto de Formación Magaly Burgos, Colegio Bolívar y Garibaldi, amén de diversos centros privados de formación infantil, como son las guarderías muy importantes para el cuido de niños pequeños, las cuales actúan como base de desarrollo para su integración básica.
A través de los tiempos, hemos compartido nuestra cotidianidad, con valiosos hombres y mujeres, excelentes valores tanto políticos como artísticos, hemos disfrutado del arte de pintores, escultores, orfebres, artesanos, ingenieros, arquitectos, odontólogos, médicos, profesionales de las diversas ramas tecnológicas y científicas, empresarios, publicistas, docentes, periodistas, actores, cómicos, actrices, cantantes, modelos, y músicos. Algunos de ellos lamentablemente han desaparecido y otros más han volado hacia otras tierras en busca de mejores oportunidades para desarrollar sus condiciones artísticas. Son muchos y plenos de grandeza nuestros artistas y no los mencionaremos por temor a pecar de injustos u olvidadizos, más sin embargo, no podemos renunciar a recordar con ternura a dos personajes muy queridos como fueron Yanis Chimaras, actor de aquilatada trayectoria y a un músico que aunque nació en República Dominicana, era venezolano y caraqueño por vocación y amor por nuestra Patria, como lo fue José María Frómeta, el popular y muy querido Maestro Billo, de grata recordación para los que tuvimos oportunidad de conocerle y disfrutar de su talento. Vaya un cordial saludo a su hijo Amable y demás familiares, en especial a mi amiga y vecina: Morella.
Para concluir con estos someros recuerdos, y como corolario a este pequeño trabajo, dejo a la consideración de todos aquellos lectores que tenga a bien disfrutar con esta historia, - a sabiendas que aún queda mucho por decir acerca de la Urbanización El Marqués - una interesante foto, enviada por la señora Magali Molina de Trías, como una colaboración de su parte, (la cual agradezco de manera muy especial) y se trata de la imagen representada por una especie de monolito, ubicada en mitad de la calle Paisana. Este monolito, pirámide, o hito, es un rasgo geológico formado naturalmente por la erosión de las piedras o en otros casos como este que hoy nos ocupa, realizado y erigido por el ser humano, en un vaciado de concreto, el cual determina los linderos que separan la Urbanización La Urbina, con la Urbanización El Marqués.
Cabe acotar que el monolito antes descrito y que motivó la realización de esta historia construida con mucho amor, servirá de conocimiento a propios y extraños en cuanto a lo que representa, así como a las generaciones venideras, quienes al paso inclemente de los años observarán con curiosidad este bello monumento, que los orgullosos vecinos de la Urbanización lo han querido perpetuar como un legítimo, cálido y señero legado para la posteridad, igualmente también se tendrá conocimiento del motivo por lo que está enclavado en la calle Paisana: Deslindar límites entre una y otra urbanización.
Este hermoso monumento es el Emblema del Consejo Comunal El Marqués Sur y recibe el sugestivo nombre de TEPUCHAMOY, tomado de la conjunción de los nombres de las calles que nos circundan, como un homenaje póstumo a nuestros indígenas, a saber: Terepaima, Paisana, Chacao, Yaracuy, Cayaurima, Murachí y Pariata.
Este reconocimiento fue considerado así, de acuerdo con una decisión tomada por la Primera Asamblea para la Elección de las Comisiones Electoral y Promotora de la Urbanización, realizada en Septiembre del año 2007.
Con todo mi cariño…
Yayitta Rainiero
Yayitta55@hotmail.com
N/R. Lamentablemente no se copió la foto...
Usted habla de los grandes caciques Venezolanos como "nosotros", por favor, usted y yo somos el resultado de una mexcla tan diversa que omitir a los espanoles o a los nativos americanos es realmente patetico, al menos que usted sea decendiente directa de un aborigen usted y yo somos gotas diluidas en un basto mar the combinaciones geneologicas.
ResponderEliminarPor favor no sea instrumento de la demagogia, hoy por hoy los indigenas que se consiguen en Caracas tienen mas de Incas que de Caribes, analize bien su logica y pensemos mas a un futuro real, donde la etnia debe de ser irrelebante, si quieres despojarte de tu descendencia espanola o indijena en bastante tarde para ello, concentrate mas hacia donde vamos y en que forma lograrlo, ni eres aborigen ni eres Espanola; eres VENEZOLANA; una combinacion de muchas razas, debes sentirte horgullosa de ello, somos el resultado del sacrficio y esperanzas de miles de antepazados hablar mal de uno de ellos es hablar mal de todos
Cuidese y que la divina fortuna ilumine todo sus caminos
Un hermano HUMANO Venezolano
Manuel Orta Carrasquel.
Disculpe no quise omitir mi correo electronico
ResponderEliminarmaorta379@yahoo.com
Gracias
Exitos y Bendiciones..mfs.dinero@gmail.com
ResponderEliminarMuchas gracias.
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