El azote de Dios
RICARDO GIL OTAIZA | EL UNIVERSAL
jueves 4 de noviembre de 2010 03:04 PM
Pocas cosas se pueden comprender hoy en la Venezuela del siglo XXI, sobre la base de la razón, a no ser que metamos todo en un mismo saco de gatos y digamos con espanto que la nación está siendo devastada por este "azote de Dios" llamado "revolución". Pareciera una figura literaria lo que voy a expresar; pero no, es la realidad, es lo literal: todo, absolutamente todo lo que cae en las manos del Gobierno es destruido, arruinado, devorado, llevado a su expresión nefasta. El Gobierno es algo equivalente a un "Rey Midas", pero al revés. Todo lo que brilla (que de alguna manera es equivalente al oro), lo que ha funcionado, lo que ha sido ejemplo para otros países, lo que alguna vez nos hiciera sentir orgullosos de lo nuestro, es convertido por la acción "mágica" de la mano oficial, en algo amorfo, sin sentido, pérfido y calamitoso.
No me alcanzarían las pocas cuartillas de que dispongo para detallar una a una las cosas que alguna vez fueron buenas y exitosas, y que dejaron de serlo de manera deliberada y cruel. Tomaré un solo ejemplo: el Programa de Promoción del Investigador (PPI), hoy en ruinas. El PPI constituyó un incentivo a la labor de investigación en un país ávido de desarrollo, de gente pensante, de manos laboriosas en pro de una cultura científica necesaria para alcanzar cimas de excelencia y progreso. Por la acción del nuevo "Rey Midas" al revés, ha sido decretada su desaparición. Baste echar un vistazo a la página del Observatorio Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación (ONCTI) para cerciorarse de ello. Al pie de la misma se declara lo siguiente: "hasta los momentos no hay definición de políticas para nuevas convocatorias del PPI, ni decisiones institucionales en cuanto al futuro del programa. En este sentido, los investigadores cuyo término de vigencia de su acreditación era hasta el 31 de diciembre de 2009 no percibirán la subvención correspondiente al 1er. Trimestre de 2010". Para el buen entendedor pocas palabras: se dejará morir lentamente el Programa, hasta que no queden investigadores en su nómina al no abrirse nuevas convocatorias. ¿Qué vendrá después?, no lo sabemos, aunque se especula de un nuevo "sistema" que traerá consigo disímiles consideraciones. Pero nada más.
Si ya es grave, muy grave, la extinción del PPI en un país sin incentivos para el trabajo del académico y del investigador (sueldos de miseria, hiperinflación, talibanismo, intolerancia, control de cambio, etc.,), que traerá consigo atraso científico y tecnológico, baja en los niveles de publicación del sector, pérdida del posicionamiento de nuestros centros de investigación en el ranking continental, ausencia del necesario cotejo con los pares; más grave aún es el silencio de la comunidad científica nacional ante un hecho que nos retrotrae a tiempos que creíamos superados. ¿Miedo, resignación, entrega, sumisión, indiferencia, amargura, frustración, depresión…? ¿Una mezcla de todo?
¡Por Dios!, este hecho no puede pasar por debajo de la mesa. La comunidad científica nacional deberá de expresar su voz de protesta ante este suceso, que nos deja inermes frente al futuro y permite entrever algo muy claro: el desprecio al sector y a lo que su labor representa, en un país ávido de respuestas a sus inquietantes problemas en todos los órdenes de la vida. Un país sin investigación está condenado al atraso, a quedar a la zaga de los otros, a quedar hundido en la ignorancia. Matar el PPI es desestimular al sector para que vaya desapareciendo lentamente; es decretar la muerte de la esperanza. Frente al "azote de Dios", frente a este Atila del siglo XXI, no podemos gritar como tontos: "vivan los hunos". Todo lo contrario: viva la ciencia y la academia. Viva el país diverso y pensante.
rigilo99@hotmail.com
No me alcanzarían las pocas cuartillas de que dispongo para detallar una a una las cosas que alguna vez fueron buenas y exitosas, y que dejaron de serlo de manera deliberada y cruel. Tomaré un solo ejemplo: el Programa de Promoción del Investigador (PPI), hoy en ruinas. El PPI constituyó un incentivo a la labor de investigación en un país ávido de desarrollo, de gente pensante, de manos laboriosas en pro de una cultura científica necesaria para alcanzar cimas de excelencia y progreso. Por la acción del nuevo "Rey Midas" al revés, ha sido decretada su desaparición. Baste echar un vistazo a la página del Observatorio Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación (ONCTI) para cerciorarse de ello. Al pie de la misma se declara lo siguiente: "hasta los momentos no hay definición de políticas para nuevas convocatorias del PPI, ni decisiones institucionales en cuanto al futuro del programa. En este sentido, los investigadores cuyo término de vigencia de su acreditación era hasta el 31 de diciembre de 2009 no percibirán la subvención correspondiente al 1er. Trimestre de 2010". Para el buen entendedor pocas palabras: se dejará morir lentamente el Programa, hasta que no queden investigadores en su nómina al no abrirse nuevas convocatorias. ¿Qué vendrá después?, no lo sabemos, aunque se especula de un nuevo "sistema" que traerá consigo disímiles consideraciones. Pero nada más.
Si ya es grave, muy grave, la extinción del PPI en un país sin incentivos para el trabajo del académico y del investigador (sueldos de miseria, hiperinflación, talibanismo, intolerancia, control de cambio, etc.,), que traerá consigo atraso científico y tecnológico, baja en los niveles de publicación del sector, pérdida del posicionamiento de nuestros centros de investigación en el ranking continental, ausencia del necesario cotejo con los pares; más grave aún es el silencio de la comunidad científica nacional ante un hecho que nos retrotrae a tiempos que creíamos superados. ¿Miedo, resignación, entrega, sumisión, indiferencia, amargura, frustración, depresión…? ¿Una mezcla de todo?
¡Por Dios!, este hecho no puede pasar por debajo de la mesa. La comunidad científica nacional deberá de expresar su voz de protesta ante este suceso, que nos deja inermes frente al futuro y permite entrever algo muy claro: el desprecio al sector y a lo que su labor representa, en un país ávido de respuestas a sus inquietantes problemas en todos los órdenes de la vida. Un país sin investigación está condenado al atraso, a quedar a la zaga de los otros, a quedar hundido en la ignorancia. Matar el PPI es desestimular al sector para que vaya desapareciendo lentamente; es decretar la muerte de la esperanza. Frente al "azote de Dios", frente a este Atila del siglo XXI, no podemos gritar como tontos: "vivan los hunos". Todo lo contrario: viva la ciencia y la academia. Viva el país diverso y pensante.
rigilo99@hotmail.com